Creían que la cabeza momificada de un bandolero era de un ser divino

Hace casi 200 años hace que comenzó el proceso de momificación de cuerpos sepultados en el panteón municipal de Santa Paula, y es fecha que aún no se determinan con precisión las causas de este fenómeno. Muchas han sido las conjeturas que a lo largo de este siglo y medio se han propuesto, pero ninguna con el rigor científico que las pueda demostrar con contundencia.

Y es que después de ser puesto en servicio este cementerio, el 13 de marzo de 1861 bajo la advocación de Santa Eulalia, unos cinco años después al ser exhumados los cuerpos de personas –cuyos deudos no habían pagado los consabidos impuestos– para ser incinerados en un solar anexo conocido entonces como panteón chiquito, los sepultureros descubrieron que algunos cadáveres estaban momificados.

Este acontecimiento despertó de inmediato el interés de los hombres de ciencia y del público en general en aquella época, y a pesar de que se trató de investigar el sorprendente fenómeno que ocurría en el panteón de Santa Paula, no hubo resultados prácticos, pues les desconcertaba que en un sepulcro un cuerpo estaba momificado, y junto había otro en total estado de descomposición.

Alfredo Ramírez Chávez, en un artículo publicado en el Boletín del Archivo Histórico del Estado de Guanajuato en 1996, explica que la momificación de los cuerpos es un proceso espontáneo o natural (no provocado) efectuado por el tipo de terreno calizo o arcilloso altamente higroscópico (existencia y condiciones de aguas ocultas) que provoca la deshidratación de los tejidos humanos.

Admite, sin embargo, que pese a que las condiciones de la tierra son similares en todo el espacio que ocupa el cementerio, no todos los cadáveres sepultados en el panteón de Santa Paula quedan momificados, aun cuando hayan sido inhumados en tumbas contiguas, lo mismo enterrados en el suelo que sepultados en las gavetas que fueron construidas en filas colocadas unas sobre otras.

Y así a lo largo de estos 150 años en distintas épocas se han realizado concienzudas investigaciones, la más reciente en mayo del 2007 cuando científicos estadounidenses vinieron a Guanajuato a examinar algunos cuerpos en busca de una respuesta que revelara el fenómeno de la momificación, pero finalmente no la hallaron, aunque sí descubrieron algunas causas de la muerte de los cuerpos.

Anécdotas de las momias

Se tiene conocimiento por diferentes fuentes (Lucio Marmolejo, Agustín Lanuza y otros) que el primer cuerpo que fue descubierto momificado en el panteón de Santa Paula fue el del médico francés Remigio Leroy, que había sido sepultado el 9 de junio de 1865 “en el nicho 214 de la primera serie”; fue exhumado en el año de 1870, y desde esa época está en exhibición.

Sin embargo, a pesar de la seriedad con la que las autoridades municipales tratan el tema de las Momias de Guanajuato, a lo largo de estos poco más de 150 años han ocurrido en el panteón de Santa Paula y en el propio museo acontecimientos en los que se han visto involucrados estos cuerpos deshidratados, y que han trascendido gracias a las narraciones que recogen algunos historiadores.

Se sabe, por ejemplo, que en la capilla al fondo del panteón estuvo por mucho tiempo la cabeza momificada de Julio Nieto, un hombre que había sido fusilado en Granaditas el 8 de noviembre de 1908 acusado, junto con Esteban Rangel y Cirilo Rico, de haber dado muerte el 11 de septiembre de 1907 al gerente de la empresa “El Nayal”, Mr. George N. Ross cuando pretendían robar en su casa.

Cuando el cuerpo de Julio Nieto fue extraído de su tumba en 1913, los panteoneros descubrieron que solamente la cabeza estaba momificada y decidieron depositarla en el altar de la capilla de Santa Paula, a donde muchos deudos acudían a rezar cuando visitaban a sus difuntos en el cementerio, y aunque al principio les sorprendió la presencia de aquella testa, luego supusieron que era la de un santo.

Narra don Agustín Lanuza en sus Croniquillas de Guanajuato que mucha gente del pueblo, ignorante del origen criminal de este despojo, le llevaba veladoras y flores al tiempo que de rodillas le imploraban su intercesión celestial en la petición de algún favor, y por hablillas de damas santurronas se extendió en la ciudad la noticia de que en el panteón de Santa Paula estaban los restos de un santo muy milagroso.

Al principio los panteoneros, que bien sabían la identidad del dueño de esa cabeza, no hacían más que divertirse ante las extrañas manifestaciones de la gente que visitaba la capilla, hasta que alguien les advirtió ese mal proceder y los obligó a retirar del lugar el patético despojo para depositarlo con las demás momias, aunque la gente seguía preguntando sobre el paradero de “su santito”.

Otro cuerpo momificado digno de comentar es el de doña Ignacia Aguilera Quintanilla, conocida dentro de la lista que tiene el museo como la mujer de Cirilo por haber sido esposa de un súbdito italiano que llevaba este apellido. Murió en 1927 dentro de su tumba luego de ser sepultada en la creencia de que estaba muerta, cuando sólo era que había sufrido un ataque de catalepsia en su casa por Carrica.

Por la postura en que fue descubierta esta momia, con los brazos flexionados como tratando de cu-brirse el rostro, se deduce que la infeliz mujer despertó dentro de la tumba e hizo algunos esfuerzos por sobrevivir, y al respecto dice don Agustín Lanuza que “pudiera decirse que este horrible despojo representa la estatua de la desesperación, el espanto de un despertar ante la muerte”.

Hubo otro caso allá en los albores el siglo 20 donde una chica, de nombre Catita, de tal valor que toreaba en la vieja plaza de Rocha, se trenzó en un pleito contra una rival tal vez en amores, y cogiendo una piedra se la estrelló en la cabeza. La víctima quedó desmayada y de su cabeza surgió un torrente de sangre, por lo que la agresora se asustó y huyó, con la seguridad de que había matado a su enemiga.

Por fortuna la lesión no pasó de una descalabradura que se subsanó con unos vendoletes alrededor de la cabeza, pero de Catita ya nadie supo nada ese día ni toda la noche en que no llegó a su casa mientras sus familiares la buscaban con desesperación, hasta que por el mediodía se apareció ante sus padres dispuesta a pagar por su crimen, confesándoles que estuvo escondida ¡en el Museo de las Momias!

Aclarados los hechos y luego de enterarla que su rival estaba sana, los familiares le peguntaron a la tal Catita si no había sentido miedo de haber estado entre los cuerpos momificados toda la noche, y ella muy segura les dijo que no, que se acomodó muy bien entre ellas para no ser vista, y que el único temor que sintió fue la posibilidad de que la hubieran hallado y llevado a la cárcel por matar a una persona.

Estas y muchas más son las anécdotas que han ocurrido en torno a las momias, y seguramente habrán de seguirse sumando otras, pues los cuerpos deshidratados siguen apareciendo, como ocurrió hace unas dos semanas en el panteón de la Virgen de la Luz, donde el cuerpo de una mujer al ser exhumado ante sus familiares se descubrió que estaba momificado, y por petición de ellos fue dejado ahí mismo.

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