Agradece a tu papá ¡En vida hermano, en vida!

¿Qué le pasó a Guanajuato? Felipe Yebra Luna -Feyelu –

Llegó el sexto mes del año que pareciera que no hace muchos días apenas le dábamos la bienvenida, festejando a más no poder el año nuevo, ahora, ya no tan nuevo. Un año en el que somos y seremos los arquitectos de nuestro propio destino… para bien y para mal también. Que rápido pasó la Semana Santa, el Día de la Madre, y ahora nos preparamos para recordar, o festejar a papá, si, a esos hombres que sin importar el calor, la lluvia, el sí comen o mal comen para soportar el duro trabajo que desempeñan, para poder llevar el poco o mucho dinero, con el cual su familia tenga un techo para dormir, un pan para comer y lo indispensable para vivir.

Quizá se lea muy dramático esta parte del artículo en cuestión, pero cada uno sabe lo que carga en su cartera, y todo lo que tiene que hacer y soportar, para poder proveer lo necesario en su casa. Sabemos que todos tenemos una historia que contar, unas heridas que curar, y un camino que limpiar para nuestros hijos que siguen nuestros pasos.

Esos hombres que, alguna vez, en algún tiempo los veíamos como nuestros héroes sin capa, unos héroes que se esforzaban por darnos lo mejor de ellos, a lo mejor no era lo que les pedíamos o de la marca que queríamos pero, podemos estar seguros de que, siempre nos dieron todo lo que tenían para nosotros… tal vez no nos dieron un abrazo, un beso o nunca escuchamos de su boca decir que nos amaban pero fue porque no sabían que podían hacerlo, ya que quizá nunca recibieron esas muestras de afecto en su casa, y nadie da, lo que no tiene.

Nuestro padre era un súper héroe que nunca imaginábamos que algún día tenía que partir de este plano terrenal, es más, tan ocupados estábamos en otras cosas que no nos dimos cuenta cuando su piel se llenó de arrugas, su pelo se pintó de blanco, o peor aún, tampoco nos dimos cuenta de que su salud, poco a poco se iba mermando. Y para colmo, muchas veces nos enojamos con él, porque no nos cumplía un capricho, o no nos dejaban salir con los amigos, o nos quería de regreso muy temprano en casa.

Mucho se dice que nuestra generación es una generación privilegiada por tantas cosas que pudimos disfrutar en nuestra niñez, y creo que es verdad y entre ellas está la bendición de tener quien se preocupara por uno, quien a su manera nos protegía, corregía y orientaba, repito, “a su manera” que, pudo ser o no de nuestro gusto pero, siempre nos dio lo que tenía, y no olvidemos: “¡Nadie da, lo que no tiene!”.

Debo aclarar que por aquellos lejanos días, no era tan fácil poder asistir a estudiar una carrera universitaria, así que nuestros padres, trabajaron de lo que podían o sabían como de albañil, carpintero, minero, taxista, conductor de camiones, comerciante, policía, etc., etc., y los sueldos no eran los mejores pero, era lo que había. Ahora que ya somos padres, tal vez podremos entender que el mejor regalo que puede recibir un padre, es un abrazo, y escuchar sus mismas historias muchas veces, y siempre como si fuera la primera vez que te las cuenta o las escucharas, entender que si no maneja la tecnología también como tú, no es que sea tonto, esté viejo u obsoleto, sino, más bien entender que no eran herramientas de su trabajo, ni de su tiempo juvenil, y como dice el conocido poema: “En vida hermano, en vida”, porque al tiempo entenderás que, de todas las veces que publiques en las redes sociales que lo extrañas, que lo quieres mucho, que te perdone, o que le mandes un beso “donde quiera que esté”, ni te va a escuchar, y menos va a recibir tus besos.

“Si quieres hacer feliz, a alguien que quieres mucho, díselo hoy sé muy bueno, en vida hermano, en vida. Si deseas dar una flor, no esperes a que se mueran, mándalas hoy con amor, en vida hermano, en vida, si deseas decir “Te quiero”, a la gente de tu casa, al amigo cerca o lejos, en vida hermano en vida…”

Si por miedo, o porque no se acostumbra en casa demostrar tú afecto, por lo que papá tampoco está acostumbrado, sorpréndelo con un abrazo, un beso y un te quiero mucho papá, que tus creencias o temores no te limiten a demostrarle en vida lo que sientes. Ahora que si papá ya no está físicamente en este plano terrenal, debemos recordar que el ser humano no muere cuando lo enterramos, sino, cuando lo olvidamos, por eso en los momentos que necesites el apoyo espiritual de papá, recuerda que está en tu corazón y te podrás comunicar con él, por medio del pensamiento.

Papá… Nunca te voy a olvidar aunque pasen los años, aunque hoy no te vea, sé que estas a mi lado. Siempre te recordaré por lo bueno que hiciste, por haberme enseñado, el gran hombre que fuiste. Si hubiera sabido que se iba a acabar, que un día tu sonrisa ya no vería más, me hubiera sentado a diario a tu lado, para escuchar tus historias papá. Dios mío préstame a mi padre aunque sea un momento, que no puedo quitarme con nada el dolor que siento, quisiera tener el poder de pensarte y regresar el tiempo. Dios mío préstame a mi padre, que aún me falta tanto, los besos que ya no le di, no sé dónde los guardo. Apenas te fuiste papá y no encuentro como asimilarlo, no estaba listo para estar sin mi mentor, mi viejo, pero aunque ya no estes aquí dentro de mi te siento… Mi viejo la canta el grupo Exterminador.

Me permití transcribir todo lo que dice esta dolorosa canción ante la pérdida del padre, el cual nunca nos imaginamos cuando somos niños que, algún día ya no estará más con nosotros, quizá por la rutina, nos acostumbramos a verlo ahí cada día, sin observar que lentamente se va deteriorando, y aquella fuerza con la que algunos años nos educaba y guiaba, lentamente se va mermando, hasta convertirse en niño adulto.

Hace unos días me enviaron este escrito, al parecer de Carlos Fuentes, me pidió que lo compartiera con ustedes que tuvieron, son o serán padres, y tienen la fortuna de contar con ese señor de canas que, no solo los acompañó en su crecimiento, sino que educó, alimento, vistió, y protegió con todo lo que tenía para sus hijos., espero les guste. ¿MIEDO A LA VEJEZ DE TUS PADRES? “Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre”. Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla. Lento, lento, impreciso. Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar. Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana – todo corredor ahora está lejos. Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda tomar sus medicamentos. Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende de nuestra vida para morir en paz. Todo hijo es el padre de la muerte de su padre. Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo. Nuestra última enseñanza. Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas. Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz,  poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros padres.

La primera transformación ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la regadera. La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra es inaugurar el “destemplamiento de las aguas”. Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos dejarlos ningún momento. La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas. Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa.

Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados. ¿Cómo no preveimos que nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros? Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra. Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día. Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude. Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso. Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro. Acariciando a su padre. Calmando él a su padre. Y decía en voz baja: –

–“¡Estoy aquí, estoy aquí, papá!

Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí. Es posible que durante el crecimiento hubo situaciones en las que, por diferentes circunstancias, dejaron dolorosas huellas en nuestra persona por decisiones o acciones de papá sobre nosotros, no hay que olvidar que nadie nace sabiendo ser padre, y tampoco existe una escuela para ello, sino, que son aprendizajes obtenidos por experiencias propias, o por “costumbres” heredadas, las cuales pueden terminar o cambiar, rompiendo la cadena y dando un paso hacia el frente, cosa que no es fácil, pero tampoco imposible. Repito, solo el dueño de la cartera, sabe lo que en ella guarda.

Te imaginas estimado lector, ¿qué caminos habrán andado los zapatos de tu papá para que, en tu casa no faltará lo indispensable?, la gratitud es el sentimiento más importante en el ser humano, desde mi punto de vista y claro que puedo estar equivocado, pero este sentimiento nos permite estar agradecidos con mamá y papá por todo lo que nos han dado y por lo que por ellos somos. Porque cuando había escases de alimentos, ellos no tenían hambre para que sus hijos comieran, si hacía frío, ellos sentían calor y les ponían el suéter y abrigaban a los hijos, nunca necesitaban ropa o zapatos, para que sus hijos pudieran estrenar, en pocas palabras, daban todos por los hijos, y ahora muchos de esos hijos, se olvidan de ellos, y aunque parezca locura, hay algunos que se quedan con sus propiedades y los andan echando a la calle o abandonando en un asilo, sin saber que están construyendo su propio destino.

Por eso el ser agradecidos con nuestros padres, nos dará la oportunidad de disfrutarlos en vida, y llevarlos en el corazón por siempre, cosa que no es difícil cuando se les ama. Feliz día del Padre. Gracias Juan Yebra Serratos por ser mi padre, por todas tus enseñanzas y por estar en mi corazón siempre, Dios te llena de Bendiciones por todo el amor que nos diste a tus hijos.

Share this content: